CVIII
Estaciones
de autobús
Llego
pronto a la estación,
es fea,
es desangelada,
me dice
con todas sus
paradas
abiertas,
¡Vete
de aquí,
vuelve
sólo cuando te
vayas a
ir!
Arrastro
la maleta
hasta
la plaza de …
cerca
está la Caja de Música.
En
todos los bancos da el Sol
y yo me
siento en uno,
en que
una mujer, aparentemente,
escucha
algo
en sus
auriculares.
Me
siento y la saludo.
Yo
acabo de llegar,
me
familiarizo con lo que
me
rodea,
vicio
de depredador.
Después
hago fotos
al
monumento en que
se
festeja
la
victoria de los portugueses
sobre
los franceses.
Que
viendo cómo van
las
cosas en la O.N.U.,
en la U.E.
y
en T.O.D.O.,
mejor
perder que ganar.
Finjo
que soy un diletante
y me
pregunto si
podríamos
tener una aventura,
esa
mujer y yo,
esa
mujer que escucha algo
en los
auriculares.
Ella
debería ver
que
estoy de paso,
que no
se comprometería a nada.
Igual
está esperando
que sea
yo el que
de el
primer paso
de qué.
Pero,
¿Y los auriculares?
Podía
darme a entender algo.
Pasado
un tiempo prudencial
se ve
que pierde la paciencia,
se ha
cansado de darme
una
oportunidad, supongo,
esto es
machista, lo sé,
y se
va.
Se va
andando,
como
enfadada,
como
reprochando algo.
Estoy
por ir detrás de ella
y
decirle,
¿Cómo
iba yo a saber?
Pero no
me iba a entender,
no sé
si porque es portuguesa
y no habla
como un hombre,
o
porque es mujer
y no
habla español.
La cosa
es que se va,
me
parece que enfadada,
y la
verdad es
que
razón tiene,
y la
verdad es
que podíamos
haber arreglado
algo.
Algo
como lo que escuchaba
en los
auriculares.
¿De qué
ciudad estoy hablando?
CIX
Patrias
Yo no
puedo
escribir
versos patrióticos,
ni
cantar himnos
u
ondear banderas,
porque
mi patria bulle
por
todo el planeta,
se
inventa himnos
a cada
momento
y cada
primavera
estrena
banderas.
Tengo
que acercarme
al hombre,
a su
sonsonete
y mirar
su vestimenta,
para
ver hilachas
de
patria
allá
donde voy.
Yo no
puedo
escribir
versos patrióticos
pues me engolfo en los detalles.