domingo, 17 de febrero de 2019

CXXIV


CXXIV

Para nada

Hoy,
donde los campos de concentración,
crecen flores,
y la lluvia diseña riachuelos,
es primavera
y también invierno.
Pasan niños riéndose
y algunos amantes
hacen de las suyas entre los cedros.
Hoy,
que sólo han pasado
unos decenios,
toda la grandeza que buscaste,
todo el dolor que causaste,
ya ves,
en lo que ha quedado.
Nadie te escuchó,
aunque tú creyeras,
te creíste que algo tan atroz
conmovería a los dioses,
que te tendrían en cuenta.
¡Idiota!
No cuentas más que nada,
ni nadie,
no conseguiste llamar la Atención.
Los santos, los diablos,
son cosa nuestra,
los grandes hombres,
las masas
nuestros afanes clasificatorios.
Somos la polilla inquieta
que desde los anaqueles
es contemplada
sin ninguna razón especial.
Todo nos contempla,
porque no se puede ir,
está ahí mirándonos,
en este escenario,
todo nos aguarda,
porque al fin
cuando la inmortalidad,
tras un siglo,
no se vea interrumpida,
seguirá sin venir nadie.
Y en los campos
ya no habrá ni rastro
de tanto dolor,
ni rastro
de tu obra,
escultor de carne,
dibujante de humo.
Te esforzaste más que nadie
y por eso
más que nadie
eres nada.
¿Te imaginas gris
entre todos?
¿Gris?
Yo también a veces
te maldigo,
pero ahora cada vez
me das más pena.
Hay todavía
quien te considera verdugo,
aprovéchalo,
es tu corta victoria.
Porque en realidad
no lo eres,
ni víctima ni verdugo,
ni roca ni agua.
Hay algunos
que entran en el juego
y ahí
eres grande,
eres odioso,
como tú querías.
Pero en realidad
es que estás
al lado de los santos,
porque santos
y diablos
no cuentan.
Adolfo, ha sido lamentable,
por lo inútil de todo.