viernes, 24 de marzo de 2017

LXV



LXV



Todos los que fui

Se han ido rindiendo
o aburriendo
o sintieron que su tren había pasado.
Fuese como fuese,
se apartaron,
desaparecieron,
un día despertaba y era otro.
Buscaron un banco
en el que sentarse
y se pusieron a esperar.
No esperar de esperanza,
sino esperar de callejón sin salida.
Ahora se me van haciendo visibles
y me pregunto por qué
y me he preguntado
¿De dónde sale tanto banco?
¿De qué hablan mientras aguardan?
¿Comparten algo?
Algunos son tan diferentes.
Claro, están hechos de otros tiempos.
Miro la sala llena
y albergo el deseo de que
no haya más bancos.
Que el que soy ahora,
cuando llegue el momento,
no se pueda sentar.
Pero, con esas, sucede
que alguien de mí se desgaja
y va hacia el ejército que llevo formando
desde que nací
y aparece un banco
y se sienta también.
Todos lo que fui.
Ahora lo pienso mejor
y deseo que los bancos nunca se acaben.
Porque cuando llegue ese día
en que alguien que fui
desee sentarse y no haya banco
volverá a mí y me dirá.
Tenemos que cambiar de lugar.

lunes, 6 de marzo de 2017

LXIV

LXIV

Dame la mano


Dame la mano
y ahora no me digas
que no eres capaz de sentir la hierba fresca y suave
bajo las plantas desnudas de nuestros pies,
porque yo la estoy sintiendo a través de ti.

No me digas que no sientes
un rayo de sol para cada poro de tu piel
porque yo lo estoy sintiendo a  través de ti.
Cada pájaro que canta
cada gesto del águila en vuelo
son homenajes a la vida
que no podemos dejar de disfrutar.

No me digas que esa nube blanca
que pasa tranquila diciendo adiós
no te emociona
porque yo lo estoy sintiendo a través de ti.
Y si ahora, en este mismo momento,
de belleza terrible por lo efímera
se pusiese a llover
yo me bebería cada gota
que descendiese por tu cara
en el mismo momento en que se descolgase
por tu nariz, corona de tu cara china,
hasta tu mentón, atracción de suicidas,
sintiendo lo mismo que tú
porque yo lo estoy sintiendo a través de ti.

Lo que no sabría decirte es por qué
algunas me saben a sal.
Sabes,
no me lo puedo imaginar a través de ti.

sábado, 4 de marzo de 2017

LXII y LXIII

LXII



A su pesar perdió

A su pesar, perdió
la juventud.
La lejana lozanía le era
a mi pesar
baldón lastimoso, para ella
que frenaba la afrenta con pasividad.
No la del volcán muerto, quien sabe si dormido,
ni la del árbol milenario, resignado
y apenas inteligente.
Era la inmovilidad majestuosa de la muerte,
tan inexorablemente temida, tan tenue.
A mi pesar, de sí,
de las agostadas carnes, de los ojos resignados,
fue surgiendo un aura
que fabricábamos los dos y que fue conformando
una excelsa figura de joven belleza
que superó
la más alta idea y deseo
que yo de su belleza
en nuestra temprana amistad
había imaginado.


 LXIII



Adjetivos como cadenas

¡Qué pretenciosidad!
Poner adjetivos es apropiarse
de algo para ti, sin consenso.
Un solvente ingeniero,
un afamado cirujano,
un arquitecto talentoso,
un mendigo astroso,
una puta maloliente,
un amigo interesado,
un político honrado.
¿Quién lo dice?
¿Con qué derecho?
¿Se ha consultado a los sistemas montañosos?
¿A los océanos?
¿A los astros?
¿Saben algo del asunto
los animales de la sabana africana?
¿Se ha buscado unanimidad?
Cada uno de nosotros es un tirano frustrado,
ponemos adjetivos como cadenas
y las exhibimos ufanos.
La mujer amada, por ejemplo.
No tocar.