viernes, 6 de diciembre de 2019

CXXXVI


CXXXVI

Frank Kafka en negativo

…Que en un momento
casi seguro, aparecerá Kafka en la pista,
vestido de blanco…
Raymond Carver

Todo Praga lo conocía,
Frank Kafka era de los personajes
más famosos y sociables de la ciudad.
No había taberna, ni cafetería
que no hubiese oido su risa estentórea,
sus manotazos en las espaldas masculinas,
sus aproximaciones seductoras con las damas,
sus chistes, sus ocurrencias.
No había acto social en el que no
dejase la impronta de su empatía.
En los tranvías repartía sonrisas
y apelotonaba gente en los puentes
contando historias de judíos locos.
A veces se le veía en complice
debate por las calles praguenses
del brazo de su padre,
o haciendo un encargo de su madre.
Siempre tuvo una salud envidiable,
no se le conoció ningún achaque.
Hubiera sido el alma de la ciudad
si no hubiera sido su cuerpo.
Un cuerpo que amó y vivió,
tuvo mujeres y
que un día, ya viejo,
simplemente dejo de vivir.
Porque Frank Kafka no murió,
dejo de vivir.
Siempre creyó que los escarabajos
deben seguir con su naturaleza,
que la justicia creía en los
procesos justo y cabales
y que en el castillo y en la penitenciaría,
como en la muralla china y en America,
descansaba la historia.
No se lo ocurrió nunca
escribir una carta a su padre,
¿Para qué?
Si paseaba cada día de su brazo.
Así fue la vida de Frank Kafka.
Ahora revélala.