CXII
Personas
fundamentales que nunca conocerás
Como David F. Wallace o Fernando Pessoa,
por ejemplo.
Un, dos, tres, responda otra vez.
En los
momentos más
importantes
de mi vida
ha
sucedido que quien más cerca
estaba
de mí
era un
perfecto desconocido.
Cuando
nací,
estaba
mi madre,
mi
padre no,
pero sí
un médico,
ni idea
de quién fue,
había
sido y sería.
Cuando
me pilló una moto,
que
casi me mata,
al de
la moto no tuve
ni
tiempo de decirle hola.
Luego,
en una fiesta,
un
charlatán, que hablaba
y
atraía mujeres en proporción,
se
cansó
pero
antes nos tomamos algo
y me
presento a una de sus admiradoras.
Me casé
con ella.
No lo
volví a ver,
ni sé cómo
se llamaba.
Una
pena que perdiera su pista,
ahora
no le iba a dejar hablar mucho.
Me casó
un juez que veía por primera vez.
Podíamos
haber cenado la noche antes,
al
menos, quién sabe si con las copas…
Para mi
divorcio me recomendaron un abogado,
hablé
dos veces con él, para contratarle y para pagarle.
Me
apreció que llorar en su hombro iba a ser un abuso.
Y así
en cada caso.
Pero lo
más preocupante
es que
cuando me muera,
de ése
que me va a preparar para el viaje eterno
no sé
nada de nada.
Viviendo
rodeado de tanta gente.
CXIII
Piedra y viento
Las piedras
absorben el calor
que el Sol les
regala.
Después el viento,
díscolo y nada
comprometido,
las vuelve frías.
El abrazo no es
posible
y la piedra,
que no puede
seguirlo,
llora.
Pues bien,
de todo esto,
los hombres decimos
que hay humedad.
Las mujeres callan.