X
Las canciones perdidas
Yo tuve
un pájaro enjaulado,
entonaba
canciones primorosas,
de
melodías extrañas.
Había
días que elevaba
alegrías
exultantes,
y otros
en que se deprimía,
su cara
acuciante,
entre
los barrotes,
a los que se asía
con sus
alas imposibles.
Como si
más allá
hubiese
mechas
para
prender nuevas melodías.
La
libertad, eso es lo que
evidenciaba
mi pájaro enjaulado.
Su
carencia era su presencia,
pues él
deseaba probarse,
probarse
fuera………..
Y quizá
no volver, pensaba yo.
¿Te
perderás mis melodías
saciadas
de libertad?
Me
hacía llegar preguntas de ese tipo
trasformando
sus alas en rogativas.
Ya
cantas bien así, le decía yo.
¿De qué
servirían canciones más excelsas?
¿Quiénes
somos nosotros
para afirmar
que las sabremos disfrutar?
Estamos
tan bien así, le explicaba,
siempre
y cuando
no
habláramos del asunto
aunque
nos agotaba pensarlo.
Un día
murió mi pájaro
pero
conserve la jaula
hasta
que no pude más,
pues
llegué a confundir sus límites
y no
sabía si estar en la cárcel
era
estar dentro,
o estar
fuera de ella.
Esto me
obsesionaba tanto
que un
día llegué a maldecir su tamaño.
Pero no
bastaba y tuve que
deshacerme
de ella.
Se fue
así mi preocupación.
Cosa
extraña,
porque
se trataba de débiles barrotes
de
alambre que dejaban pasar
el
aire, todo el aire.
Aunque
nunca dejaron pasar a mi pájaro
y eso
no podía olvidarlo.
¿Qué
canciones me perdí?
A veces
intentaba entonar canciones,
pero
todo carecía de sentido
pues yo
nunca había cantado
dentro
de una jaula.
O eso
es lo que él, a veces,
me decía.
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