martes, 9 de febrero de 2016

XXXI



XXXi

Solo en Oslo, otra vez.

Tras casi dos años de gestación.


He tirado la toalla,
desde el centro del ring.
Hacia una de las cuatro esquinas.
Así ha de ser,
a partir de ahora.
Nada de refugios,
nada de techos,
nada de cadenas.
Morir como un perro,
aunque parezca mentira,
no es lo peor.
Murió un mendigo,
en la calle,
de frío.
Pues claro, ¡no iba a morir!
Murió en la cama,
rodeado de sus seres queridos.
¿De sus seres queridos?
¿Y se murió?
Pero cómo fue que pasó, ¡che!
Morirse así, ¿Qué pena!
Solo en Oslo, otra vez.
O como siempre.

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