XLVIII
El ángel de la guarda
(Gracias, tramoyista)
A Elizabeth Bishop
Hasta ese día,
a mí, me había pasado
lo que a muchos.
De pequeño me
engañaron
y de grande deje de
creer.
Pero aquel día…
Salí a la puerta.
Me gusta respirar el
aire frío de la primera mañana.
Me dijo un vecino
que se moría por
decirlo.
¿Sabes?
No.
Anoche Josefina se
levantó sonámbula,
se asomó al balcón y
se ha matado.
Lo primero que pensé,
era joven y bella,
lo segundo, su hijo
de seis años.
Enseguida se junto
mucha gente
en la puerta de su casa.
Se informaban para
acudir al duelo
y al entierro.
Yo no iría.
No porque no lo sintiera,
si no porque habría
mucha gente que no lo sentiría
y no quería ser
confundido con ellos.
Vi como traían el
ataúd
y me dije que a Josefina
no le hubiera gustado
que yo dejase de
comer,
sólo porque ella,
accidentalmente,
sonámbula
se hubiera caído por
el balcón.
Lo habíamos hablado
después, muchas veces.
Era de risa,
aunque con resultado
de muerte.
Tras comer puse la
televisión.
En la dos explicaban
como a causa de una
erupción
surge una isla,
y el locutor no lo
dejaba ahí,
especulaba hasta
llegar,
tras estratos y
estratos,
a un continente.
O sea que nuestra
casa podía, perfectamente
estar construida
sobre
estratos y estratos,
encima de basalto
volcánico.
Resumiendo, vivimos
sobre un volcán.
Permanecí en
silencio.
No pude oir el
crepitar de la lava.
Eso me intranquilizó.
Cuando los pájaros ni
vuelan ni cantan
la tormenta es
segura.
Pero no se podía
hacer nada.
Un volcán rugiendo,
ni por el norte, ni
por el sur,
por debajo, por
dentro.
Me estremecía justo
cuando llego mi esposa.
Lo de Josefina no le
iba a gustar,
lo del volcán no se
lo diría.
No es lo mismo sin la
voz del locutor de la segunda.
Aunque no me dio
tiempo a abrir la boca.
Se sentó y me dijo
que me sentase.
Veras, dijo, te voy a
dejar.
Me voy a vivir con
Rosaura, soy lesbiana.
La miré.
Se ponía bella cuando
se turbaba.
Tenía coloretes en
las mejillas
y los ojos llenos de
esperanza.
No era sonámbula
y si se iba a vivir
con Rosaura,
¿Quién sabe?,
igual el volcán le
quedaba lejos.
Así que le dije que
me parecía bien,
que pasaba como si un
ángel de la guarda
en el día de hoy,
hubiese tenido mucho
trabajo.
Se mostró
sorprendida.
Le dije lo de
Josefina
pero no que si yo
alguna vez
me caía desde un
balcón
fuera porque me había
tirado.
Pudiera ser
arreglando la persiana.
No dormido despierto.
Porque sonámbulo,
un ángel de la guarda,
vigila más de lo habitual.
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