miércoles, 8 de febrero de 2017

LX

LX

¡Vende!¡Vende!

Te notas suelta,
 y las miradas no sé si te temen
 más que te lamen
 o viceversa.
Ocurrió un día,
 poco más o menos, por el tiempo
 de tus bultos desazonantes,
con los que tú no sabías que hacer
y los otros no podían hacerlo.
Entonces sucedió que te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo indicaban.
¡Vende! ¡Vende!

No te callabas nunca,
eras ingenioso y
te reían todo.
En realidad era como un machete
abriendo camino entre la muchedumbre.
Alababa tu inteligencia.
Te dijeron, tienes un compromiso.
Has nacido para eso.
Entonces sucedió que te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo indicaban.
¡Vende! ¡Vende!

Tuvo la culpa tu padre
y tu madre, meliflua,
de que antes de un muñeco
tuvieras un violín.
Hasta la adolescencia no descubriste
que un violín no es un juguete,
es un instrumento serio,
para hacer música.
Cuando tú jugabas todos querían escuchar.
Entonces sucedió que te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo indicaban.
¡Vende! ¡Vende!

Fuera de tú sitio,
el tique en el bolsillo,
o callado,
o escuchando,
vendido,
humanidad,
y dices
¡Vende! ¡Vende!

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