LX
¡Vende!¡Vende!
Te notas suelta,
y las miradas no sé si te temen
más que te lamen
o viceversa.
Ocurrió un día,
poco más o menos, por el tiempo
de tus bultos desazonantes,
con los que tú no sabías
que hacer
y los otros no podían
hacerlo.
Entonces sucedió que
te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo
indicaban.
¡Vende! ¡Vende!
No te callabas nunca,
eras ingenioso y
te reían todo.
En realidad era como
un machete
abriendo camino entre
la muchedumbre.
Alababa tu
inteligencia.
Te dijeron, tienes un
compromiso.
Has nacido para eso.
Entonces sucedió que
te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo
indicaban.
¡Vende! ¡Vende!
Tuvo la culpa tu
padre
y tu madre, meliflua,
de que antes de un
muñeco
tuvieras un violín.
Hasta la adolescencia
no descubriste
que un violín no es un
juguete,
es un instrumento
serio,
para hacer música.
Cuando tú jugabas
todos querían escuchar.
Entonces sucedió que
te dieron un tique y un sitio para ponerte.
Todas las miradas lo
indicaban.
¡Vende! ¡Vende!
Fuera de tú sitio,
el tique en el
bolsillo,
o callado,
o escuchando,
vendido,
humanidad,
y dices
¡Vende! ¡Vende!
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