miércoles, 5 de febrero de 2020

CXXXIX



CXXXIX


Nombrar


¿Cómo se llama?
O
¿Qué nombre tiene?
¿Para qué?
Para fijarlo, ¿No?
Para fijar algo se usa la
vista, que luego acaba en
recuerdo.
El olfato, el gusto, el tacto,
el oido, puertas, todo acaba
en recuerdo.
O en olvido, que también es
un recuerdo.
El nombre sólo sirve para
contarlo.
Te nombro, te tengo.
En un principio con el nombre
se sujeta todo.
Con el nombre se oye.
Lo oyes tú y los demás.
Pero trata a los demás como
a ti mismo y no nombres,
llévalos al lugar.
Nombrar es vender,
tener la propiedad y compartir.
Es apropiarse y etiquetar.
Por lo tanto, es limitar.
Lo cuentas y ya no es lo
mismo.
Deja que lo pasen por los
sentidos.
Sin nombres.
Y si tienes que llamarlos,
pon tu mano encima,
tócalos,
diles algo.
Nómbralos al final,
cuando ya no nos quede
más remedio.
Un ejemplo.
Un árbol. Una encina.
¿Lo tienes en la cabeza?
¿Notas la diferencia?
¿Dónde las hojas, las bellotas,
el color, el olor?
Todo se lo lleva
el nombre.

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