martes, 28 de abril de 2020

CXLII


CXLII

Ciencia


Tengo guardadas en algún lugar
de mi mente,
el olor de un cine de
Trespaderne, 1968,
cine de domingo por la tarde,
allí vi que la muerte tenía un precio,
que en la vida había sonrisas
y lágrimas,
allí sellé un pacto de sangre
con los pieles rojas,
siempre apache, nunca casaca azul.
Ese olor.
El olor de la intimidad del
cuarto de baño,
donde aprendí a darme placer
y a sospechar
que todas las mujeres del mundo
eran otro mundo,
y que mi madre era
una extraterrestre.
Mi padre entraba y salía.
Yo, cada poco,
me enganchaba a esos olores,
y para mí, ahora,
son tan sólidos como
un ladrillo barnizado, redondeado por el Ebro.
Si la ciencia pudiera decirme
dónde los tengo guardados,
esos olores,
los sacaría de las estanterías
y puedo garantizaros
que no volveríais a verme.

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