domingo, 9 de agosto de 2015

I



I
Un colchón en la calle
Somebody flings a Mattress out
Emily Dickinson
Tirar el agua de un jarrón,
dejando el ramo de flores,
 arrojado,
ser pasto de la descomposición,
en la calle de entonces,
lugar de todos.
Un vaso que se estrella
y antes de morir,
o precisamente, muriendo,
estallar en cientos de diamantes,
rutilantes en su ocaso.
Unas lentejas que apestan la casa,
unas imprecaciones ante un suceso,
unas lágrimas
y una queja latente
y detrás, un consuelo.
Un cierto despego y abandono,
anuncio de posteriores desafecciones,
y una lluvia persistente y tenaz,
al acabar la tarde.
Y sobre todo una lagartija
que corrió a refugiarse en nuestro porche,
quieta,
en una esquina,
mientras entraban los del pueblo
serios y diferentes de cómo eran.
Todo eso está impregnado de muerte.
Grabado en el día que falleció mi padre del año tal.
Ni jarrones, desde entonces,
vasos de plástico para siempre,
el odioso olor de lo que se quema,
y el deseo de que nadie se quede conmigo
mucho tiempo.
Sin embargo desde entonces la lluvia me abraza
y entiendo muy bien a las lagartijas.
Todo tan extraño.

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