LXVII
Ladrillos
En una foto,
de 1908 o de 1909,
no de ayer,
alrededor de una
mesa,
un grupo de personas,
hombres, viejos y
niños,
mujeres no,
tomando algo,
sonríen, vestidos de
fiesta.
Si viniese el genio
de la lámpara,
me pediría
saber qué fue del
pequeño
que pegado a un
adulto
sonríe.
Que comió, bebió,
creció.
Si durmió, si folló,
tuvo ilusiones,
odió, eso es importante.
Y si murió, ¿si
murió?
Murió, murió,
¿Cómo iba ser de otra
manera?,
cómo, cuándo o en qué
circunstancias.
Te pasará a ti, a mí,
eso seguro. No hay
duda.
Entonces, a qué
seguir.
Sólo tiene sentido
buscar un rincón,
sentarse, o
acostarse,
y esperar.
Pero no. Sabiéndolo,
con toda seguridad,
fíjate,
con toda seguridad,
sigues adelante,
hasta sonríes de vez
en cuando
en las fotos
¿Es absurdo?
No tiene sentido.
Te equivocas.
Si sólo hubiese un
ladrillo
en este mundo
¿Alguien sabría para
qué sirve?
¡Qué objeto sin
sentido!
Se ponga como se
ponga
un ladrillo es un ladrillo
es un ladrillo.
Pero ahora, mira las
casas,
los puentes, las fábricas,
o mejor,
siéntete pájaro en el
bosque,
nube en el cielo,
pez en el mar
y mira fotos de
ladrillos.
No eres tú,
es todo,
lo que tiene sentido.
No hay que dejar
que la lumbre se
apague
al menos
hasta que tengamos
en nuestras manos
el secreto de la
cerilla.
Entonces sí,
entonces sí que todo
será absurdo.
En el último momento
cuando ya sepamos
todo,
en ese momento,
ya no seremos nada.
O seremos casa,
o puente,
o fábrica,
cuando ya no seamos
más que ladrillos,
mas qué ladrillos.
…que es cuestión de no
tomar la decisión de ver
John Ashbery
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