CXXVII
¿Qué me
quieren?
¿Qué me
quieren los que me han traído?
No sólo
dos, no todos, todo.
Ando,
no nado ni vuelo.
Como
todos, sí. Como ninguno, sí. Pero yo.
Un
cuchillo que saja mi carne,
que no
es mía, pero que necesito,
dibuja
el rincón de mi acontecer,
hace
visible mi sitio, mi sutil
coraza
que se derrama desde los ojos
a los
barrancos de los demás, ajenos, tan parecidos.
¿Andan
otros esperando por las esquinas
lluvias
torrenciales que mudamente quedan
mirando,
después, los fragmentarios reflejos
en los
pequeños charcos de tanta existencia
cual
barco en una tempestad?
Sus
ojos y los míos, farallones del vivir,
se
encaraman a lo alto de los precipicios,
para
ser compañeros en la misma garganta
y
derramarse,
cuando
ya no puedan más,
de tanta
implacable impotencia,
de la
vacía nada que flota,
sobre los
débiles hilos de agua
que
alguna crecida traerá.
¿Y
después?
Después
miraran que nos miran,
detectando
entre tanta mirada vacua
alguna
minúscula chispa,
chispa
que nosotros oímos vibrar,
para
con los ecos que deja
esperar
la terrible visita.
Y fin.
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